El bótox tiene vida mucho más allá de las arrugas. En Estados Unidos se desató la polémica por su uso para tratar migrañas, depresión e incluso enfermedades cardíacas. Cuáles pueden ser los riesgos
El bótox, un producto médico que se deriva de una de las toxinas más mortales conocidas por el hombre, está sorprendiendo constantemente a la comunidad médica por sus aparentemente interminables aplicaciones médicas.
Ahora, gracias en gran parte a su uso fuera de lo que indica su etiqueta, el bótox -el «suavizante» de arrugas que explotó como un verdadero triunfo médico en los últimos 15 años- se destaca por el tratamiento a problemas que van mucho más allá del mundo cosmético. Por este motivo, la revista TIME le dedicó su portada de la última semana.
La depresión, la sudoración excesiva, los espasmos en el cuello, problemas en la vejiga, eyaculación precoz, migrañas, manos frías e incluso la peligrosa condición cardíaca de una fibrilación auricular después de cirugías cardíacas, entre otros, son algunas de las condiciones que pueden ser tratadas y ampliamente mejoradas por esta sustancia. La gama de condiciones para las cuales los doctores ahora la están utilizando es vertiginosa y refleja las características únicas de este medicamento.
En 2014, Norman Rosenthal, un psiquiatra licenciado y profesor clínico de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown, y el doctor Eric Finzi, profesor asistente de psiquiatría en la Escuela de Medicina George Washington, publicaron un estudio que demostró que cuando las personas con depresión alta obtenían bótox, reportaban menos síntomas seis semanas más tarde que las personas que habían recibido inyecciones de placebo.
Estos usos fuera de su propósito original, sin embargo, no están aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA), pero eso no impide que los médicos la prescriban. Tal uso fuera de etiqueta, como el de cualquier medicamento aprobado por la FDA, es legal en Estados Unidos, país de producción del producto. Esto es porque, una vez que un medicamento ha sido aprobado para una condición, los médicos con licencia legal pueden preescribirlo para cualquier problema médico para el que ellos crean que podría ser beneficioso. Independientemente de si se ha demostrado científicamente que pueda trabajar para esa condición.
¿Qué es el bótox?
El bótox es una neurotoxina derivada de la bacteria Clostridium botulinum. Ingerida en alimentos contaminados puede interferir con los principales músculos del cuerpo, causando parálisis e incluso la muerte. Pero cuando se inyecta en pequeñas dosis en áreas específicas puede bloquear las señales entre los nervios y los músculos, logrando que los músculos se relajen.
Así es como se suavizan las arrugas: al inmovilizar los músculos que rodean las líneas finas de expresión, es menos probable que las arrugas se muevan, haciéndolas menos visibles. Es por eso que también está aprobado por la FDA para tratar problemas de vejiga, ya que puede prevenir las contracciones musculares involuntarias.
En 2015, Botox (R), producido por el fabricante farmacéutico Allergan, generó ingresos globales de USD 2,45 mil millones de los cuales más de la mitad procedían de usos terapéuticos en lugar de cosméticos. Los especialistas ya adelantan incluso que es probable que los ingresos de usos no-cosméticos se disparen en los próximos años, mientras los médicos expermientan con el botox cada vez más y Allergan realiza estudios propios.
“Esta es una de las sustancias más tóxicas conocidas por el hombre y también es una de las toxinas más útiles en medicina en este momento”
«En la mayoría de estos casos, los médicos son quienes comienzan a usar bótox con otros propósitos y vemos el tratamiento de cosas para las que nunca esperábamos que la toxina funcionaría», dijo Min Dong, un investigador de Harvard Medical School que estudia las toxinas botulínicas a TIME. «Me encuentro con médicos que están usando la toxina en todas partes para enfermedades que nunca conocerías».
Pero, si bien el potencial de la droga es enorme, no está exenta de riesgos. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que, en pequeñas dosis, el botox es seguro cuando es administrado por un profesional con licencia, pero no todos concuerdan en que su seguridad se extienda a todos sus nuevos usos.
En los últimos años se presentaron varias demandas contra Allergan en las que los demandantes afirmaron que los usos no-cosméticos -para dolencias como los síntomas de parálisis cerebral de un niño, por ejemplo, o los temblores de mano de un adulto- dieron lugar a un costado perjudicial y efectos no deseados. Sin embargo, la aceptación médica de la droga en todo el mundo y su crecimiento de ingresos no muestran signos de desaceleración.
Es un hecho notable para una droga que hace sólo unos pocos años se asociaba únicamente con Hollywood, famosos y superficialidad y destaca los avances que pueden ocurrir cuando los médicos que buscan nuevas terapias para sus pacientes, exploran nuevos usos creativos para los fármacos aprobados. Se trata básicamente de experimentos en tiempo real que tienen lugar en gran medida fuera del alcance de las regulaciones oficiales. Esto, a su vez, plantea interrogantes sobre los riesgos de desarrollar y aprobar medicamentos antes de que sean completamente investigados.
Historia del bótox
La droga ha recorrido un largo camino desde que su capacidad para suavizar las arrugas faciales fue descubierta por primera vez, por accidente. En la década de 1970, el oftalmólogo Alan B. Scott empezó a estudiar la toxina como una terapia para las personas con una condición médica que producía ojos bizcos. «Algunos de estos pacientes que lo probaban se burlaban y decían: ‘Doctor, he venido a que me saque las líneas’. Y yo me reía, pero realmente no estaba prestando atención al aspecto práctico y valioso de eso», dijo en una entrevista a 2012. Scott llamó a la droga Oculinum y formó una compañía del mismo nombre en 1978. Pero en 1989 recibió la aprobación de la FDA para el tratamiento del estrabismo (el trastorno ocular cruzado) y los espasmos anormales de los párpados.
Dos años más tarde, Allergan compró Oculinum por USD 9 millones y cambió el nombre de la droga a Botox. Desde ese entonces y principalmente después de su catalogación como producto estético, Allergan facturó fortunas comercializándolo.
En poco más de una década, el número de personas en Estados Unidos que recibió inyecciones cosméticas de toxina botulínica tipo A explotó. De 2000 a 2015, el uso de las toxinas para las arrugas aumentó 759 por ciento y se convirtió en todo un fenómeno cultural.
El bótox ya se utiliza para tratar la depresión, la sudoración excesiva, problemas en la vejiga, eyaculación precoz, migrañas y afecciones cardíacas.
Pero hoy, los usos médicos de la droga son la mayor fuente de dinero, en parte porque los médicos están consiguiendo un mejor manejo de ellos, con mejores resultados. La toxina botulínica tipo A es una de las siete neurotoxinas producidas a partir de Clostridium botulinum. El botulismo, enfermedad que puede ser contraída por esta toxina puede causar visión borrosa, problemas persistentes para tragar y cosas peores. Dado su nivel de toxicidad, algunos países han explorado incluso su posible uso como arma biológica.
Pero con el bótox, sin embargo, la dosis es lo que hace al veneno. En medicina se utiliza en cantidades tan pequeñas que la mayoría de los expertos actualmente lo consideran seguro. «Es fascinante», dice Dong, el investigador de Harvard. «Esta es una de las sustancias más tóxicas conocidas por el hombre y también es una de las toxinas más útiles en medicina en este momento».
Sin embargo, en el caso de bótox, quien investiga no es el Estado sino los médicos. «En mis 30 años de práctica médica, el botox es uno de los tratamientos más impactantes que jamás había visto», dijo la doctora Linda Brubaker, decana y directora de diversidad de la Universidad de Loyola en Chicago, quien estudió al bótox de manera independiente para problemas de vejiga antes de que la FDA lo aprobara para esa condición en 2013.
La verdadera encrucijada judicial a la que se enfrenta su fabricante es que, al no estar aprobado para los usos que más dinero le significan, no pueden venderlo legalmente destinado a esos usos, ni hacer marketing al respecto. Por otro lado, si bien los resultados todavía son alentadores, no se conoce concretamente que tan terribles efectos secundarios podría traer su uso indebido.
El uso fuera los propósitos originales es un tema que la FDA ha estado observando durante bastante tiempo. «Ha habido muchos casos en los que los usos no aprobados de una droga, incluso cuando están comúnmente aceptados por la comunidad médica, han demostrado más tarde ser inseguros, ineficaces, o ambos y a veces con consecuencias devastadoras para la salud pública», dijo a la revista estadounidense un vocero de la FDA.
Ahora bien, no está claro cómo será el foco de la FDA con la administración del presidente estadounidense electo, Donald Trump, quién prometió que en sus primeros 100 días estaría «reduciendo los trámites burocráticos en la FDA». Pero ya algunos expertos han especulado que la Administración Trump podría aflojar la ya limitada supervisión de la agencia sobre el uso fuera de etiqueta de algunos medicamentos como el bótox. Sin duda esa «liviandad» burocrática en Estados Unidos impactará en el resto de los países del mundo que utilizan estos productos.
Pero incluso si las leyes permanecen sin cambios la comunidad médica espera que la ley les permita seguir explorando los límites de las aplicaciones del bótox «en nombre del progreso médico».
Fuente: infobae.com