Hoy en día, es fácil encontrar información en Internet sobre el aumento de pecho, pero no siempre ese es el problema de un busto femenino. Puede que tengamos alguna anomalía en el pezón o la areola, que busquemos una solución para un pecho voluminoso pero caído, o que tengamos un problema de forma. Hay tantos casos como mujeres, y por tanto una técnica quirúrgica para cada problema. Te contamos cuál es la que más se acerca a tus necesidades.
“Cuando nuestros senos no son especialmente pequeños, pero con los años han tendido a caer desvirtuando nuestra figura, lo aconsejable puede ser una intervención de elevación de mamas”. Hay varios grados de caída (ptosis) del pecho: leve, moderada o severa. Habitualmente, las causas de presentar uno u otro suelen ser la edad, la calidad de la piel y el haber pasado por embarazos y lactancia. El cirujano evaluará nuestro grado de “ptosis”, utilizando una técnica u otra. Pero ¿cómo podemos saber el nuestro? Si nos miramos de perfil en un espejo y la areola se sitúa por encima del arco submamario (la línea circular que hay bajo la mama) no existe ptosis o es muy leve, pero si baja de la altura de esa línea, ya se puede considerar que sí.
“En ocasiones, si la caída no es muy pronunciada, con la introducción de una prótesis puede bastar. Sin embargo, si es moderada o severa se puede necesitar la práctica de la mastopexia”. La mastopexia se basa en retirar quirúrgicamente el exceso de piel de la mama, y ajustar el resto hasta lograr la elevación. Tras este procedimiento, se suele introducir una prótesis para recuperar el volumen.
Otro caso con el que podemos identificarnos es el contrario: demasiado volumen. Éste puede llegar a provocar dolores de espalda, sudoración extrema, molestos roces con los brazos y axilas, y que incluso no nos siente bien la ropa. Si detectas estas señales pregúntale a un cirujano.
La técnica que se utiliza en una operación de reducción de mamas es también la “mastopexia”, ya que lo más común es que haya una caída muy evidente por el peso que han adquirido los pechos con los años. No obstante, en la reducción se retira también parte de la grasa acumulada y, a veces, parte de la glándula mamaria. No hay que olvidar aquí el caso de un busto asimétrico, donde las mamas son muy diferentes entre sí. Para ello, en quirófano se pueden emplear diversas técnicas para conseguir la mayor simetría posible (elevación, reducción, aumento…). Pero no te alarmes, ya que si tienes una ligera diferenciación entre una y otra mama has de saber que es muy común en la mayoría de mujeres.
Hay otros casos que son puramente genéticos, como el de las mamas tuberosas, que empiezan a mostrarse en la adolescencia. Si eres aún muy joven pero notas tus pechos muy rígidos, y sensación de que ‘quieren’ crecer pero tienden a hacerlo sólo hacia adelante -en lugar adquirir una forma redondeada y natural- puedes necesitar una intervención de corrección de mamas tuberosas.
¿Y si lo que deseamos cambiar no es la forma de nuestras mamas sino la de la areola o el pezón?
“El hecho de tener una areola muy grande, un pezón invertido o invaginado (metido hacia dentro) o al contrario, muy sobresaliente (largo), puede causar verdaderos problemas de autoestima”. Pero ¿cómo saber si tenemos, por ejemplo, una anomalía de pezón invertido o invaginado? Si de perfil en un espejo ves tu pezón muy aplanado, y frente a él se ve como escondido entre la areola, esto significa que los filamentos musculares que deberían situarlo correctamente o no existen o son demasiado cortos -lo que puede reparar un cirujano plástico-.
Para saberlo más certeramente, puedes apretar la areola con el dedo índice y el pulgar, de modo que si en lugar de orientarse hacia adelante el pezón se retrae, puede que tu pezón sea invertido. Y en casos donde éstos son muy alargados, se pueden recortar con cirugía. Asimismo, se puede reducir la areola. En cualquier caso, hablamos en estos supuestos de intervenciones con anestesia local y sedación, sin necesidad de ingreso hospitalario.
Fuente: enfemenino.com